Ver algo del cada vez reconocido William Kentridge, (Johannesburgo, 1955) obliga a una pausa en la locura diaria de imágenes. Hay que detenerse ante sus dibujos en movimiento, todo una maravilla ilustrada y con vida, con mucha vida, esa misma que nos mantiene al tanto de la sangre y el pulmón sudafricano.
La obra de Kentridge es diferente: dibuja, borra, dibuja, borra, dibuja. Es tan importante el resultado como el infinito proceso que nos recuerda su entorno y las historias comunes. Historias contadas desde la más sensible poesía unida a la riqueza de su espontáneo trazo.
Es un privilegio contar entre nosotros los testimonios personales y universales de William Kentridge. ¡disfrutemos de sus historias animadas!